Colección:

“Valores Humanos”

El considerado “padre de la prosa árabe”, el escritor, poeta, novelista y articulista Naguib Mahfuz, y premio Nobel de Literatura en 1988 nos dejó una frase en relación al escritor en su camino hacía el arte: “El escritor entrecruza una historia con sus propias dudas, preguntas, y valores. Eso es arte”.

Sirvan pues estas letras para adentrarnos en este nuevo trabajo que Juan A. Pellicer nos propone en la presentación de su nueva colección:

“Valores humanos”

Esta nueva colección, distinta respecto de las anteriores propuestas artísticas del foto/poeta (como alguien lo calificó), son hijas de la constante inquietud que fluye en Pellicer y que lo lleva, quizá envuelto en su particular búsqueda, a explorar nuevas formas de seguir expresando el arte que brota en cada poro de su piel.

Esta nueva obra nace en un rincón de su tierra mediterránea (llama así a su querida Cartagena –que aunque, como dice el artista, no le hable ni le llame- lo vio nacer, siendo consciente que también se siente hijo de otras tierras). “Valores humanos” ve la luz junto al mar, ese mar azul que tanto ama y busca el poeta, que tanto busca y ama el fotógrafo.

Comprometido con una realidad que siente que a veces le asfixia, asume Pellicer el reto de la denuncia a través de las formas y los colores, sin más y también sin menos, enfrentándose a sus propios temores y siendo presa de sus limitaciones.

Paz, Servicio, Respeto, Gratitud, Generosidad, Solidaridad, Prudencia, Sacrificio, Amor, Compasión, Amistad, Alegría, Ilusión, Tolerancia, Humildad, Compromiso, etc. y así hasta cincuenta y seis obras configuran esta singular apuesta creativa, donde el artista en su intencionado atrevimiento sitúa una realidad o mejor aún, la presencia de esa realidad, -la llamada crisis de valores-, en fusión con la intensidad –seguramente hija de la necesidad- de estas nuevas formas de lenguaje con las que en esta ocasión Pellicer se expresa.

No son todos – dice refiriéndose a los valores -, pero si son los que llegaron a su corazón mientras daba rienda suelta a sus emociones. Algo tan frágil, etéreo, tan poco familiar para unos; tan efímero e insignificante para otros, intenta “quedarse” grabado para siempre en esa roca, en ese “bloque” besado por el mar que dejó de ser piedra, tierra o cemento, por el tiempo y por la sal, para convertirse en una parte quizá un tanto olvidada de la piel de la condición humana.

 Cada fotografía se propone al espectador como un valor en si mismo, con sus claros y sus oscuros; sus luces y sus sombras. El espectador busca, con más o menos suerte en ella –como seguramente lo hace en su propia vida- la razón o condición que justifica todo un sentimiento.

En cada obra (fotografía) Pellicer ha encontrado la (su) forma de hablar desde la estética de la emoción. De la que le lleva –como si de un juego de niños se tratara-, a situar al espectador ante un particular laberinto –el de cada cuál-  desde donde hay que encontrar la salida (respuesta).

No todos los valores humanos se hacen presentes con cada amanecer, como no todos los colores están en todos los momentos -¿o si?-; lo cierto es que a veces sucede que no los podemos ver y es ahí en esa “aparente orfandad” donde el artista nos deja este discurso de fantasías construido desde su particular cosmos al servicio de la imaginación; es ahí donde sin abandonar su concepción poética vital, se lanza a este vacío en este nuevo intento de llenarlo con su magia creativa.

Disfrútenla.

Muchas gracias

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