“Las miradas que me perdí”

“El alma que hablar puede con los ojos,

también puede besar con la mirada.”

(Gustavo Adolfo Bécquer)

Han pasado los días y hasta aquí he llegado “bebiéndome” la vida a través de las miradas.

Decía el poeta “…mirábamos demasiado los números, las sumas, las restas, y no teníamos tiempo de mirarnos nosotros.”

Colgado de mi cámara –porque muchas veces es ella la que me lleva- he intentando entrar, atraído acaso de sus silencios, en el mágico y misterioso mundo de las miradas. En ese espacio donde sólo caben los recuerdos, los anhelos, los sueños, las ilusiones y casi todas las esperanzas…

En el escenario donde tragedias y comedias se van sucediendo en doble función y donde todos, también tú y también yo, somos protagonistas aunque sólo sea por segundo.

Cuando uno va pasando -transito obligado- por la vías que los días en su aparente capricho van marcando, y en ese pasar van quedando colgadas en cada atardecer tantas preguntas sin respuestas, intentar hallarlas se llega a convertir en una “necesidad” vital que, sin agobiar, te persigue como si fuera de la mano de tu sombra. Mirar a los ojos de las personas, escuchar y oír sus palabras a través de sus silencios, es seguramente, otra forma que tiene el hombre –que tengo yo-  de sentirse vivo y en común-unión con todo lo que nos (me) rodea. En ese intento de llegar a comprender un poco más y un poco mejor, he querido saber qué se puede decir sin palabras, sólo con la mirada. Cuanto sufrimiento se puede llegar a esconder tras ellas. Cuanta paz y cuando odio son capaces de acumular.

Me he asomado, a veces con permiso otras sin él, al abismo que crean las miradas. Al que nos acerca o nos separa definitivamente de la otra orilla donde paradójicamente en tantas ocasiones –quizá demasiadas- sin darnos cuenta nos van o nos vamos situando. Ese abismo que nos aleja de la más pura de las verdades, dejándonos pegados a una realidad que no tiene razón ni tampoco corazón.

He querido bucear en el mundo de las miradas, y perderme en ese mar de emociones donde navega cada corazón. Y ha sido en esos viajes de mar figurada donde mi viejo bote a recalado junto a las que sentí la placidez de la bondad; y también aquellas donde se escapaba sin dueño ni rumbo la ira de la soberbia; con unas la indiferencia, con otras el afecto. Con unas la paz, con otras la guerra…

Y fue con todas que vi la vida, la que se quiere, la que se envidia, la que se sueña, la que se vende y se compra…

En todas, yo también me sentí vivo.

Es por ello, que mi mayor deseo será que estas que no perdí, sean de su agrado y logren ver en ellas todo lo que a mi se me negó.

Muchas gracias.

Juan A. Pellicer

You must be logged in to post a comment.